La palabra "casino" se reconoce al instante en todo el mundo. En Italia, país de origen del término, es casinó. En Alemania, Suecia y Finlandia es kasino. En Polonia, kasyno. En Portugal, casino. En Rumanía se usa cazinou. En cualquier país hace referencia a un lugar en el que la gente se reúne para apostar en juegos.
La palabra "casino", que tiene sus raíces en el italiano y el latín, significa literalmente "casa pequeña"; se compone de la raíz "casa-" y el sufijo diminutivo "-ino".
La primera casa de apuestas reconocida por un gobierno fue Il Ridotto de Venecia, en el año 1638. Sin embargo, el primer uso del vocablo italiano "casino" no tuvo lugar hasta 1744. El uso de "casino" se extendió en Italia para designar una villa o residencia de verano. Posteriormente se usó para referirse a un lugar en el que la gente se reunía para llevar a cabo actividades de ocio, incluido el juego. En 1820, un libro inglés sobre Italia indicaba que "casino" tenía varias acepciones, entre las que se incluían "una casa de apuestas y un juego de cartas", entre otras.
No importa si estás en un enorme complejo de casino en Las Vegas o Macao, o jugando desde casa; el casino tiene un idioma propio desarrollado durante siglos. De hecho, muchos términos han llegado al lenguaje cotidiano. Las expresiones que usamos para ganar, perder, suerte e incluso salud y muerte reflejan la importancia de los juegos de casino que jugamos.
La vida y las cartas: podrás tener éxito si juegas bien tus cartas. Cuando hay que ser claro, toca poner las cartas sobre la mesa. ¿Te abruma la indecisión? Seguramente no sepas a qué carta quedarte. Alguien tiene ventaja en algún asunto porque juega con cartas marcadas. Quien dispone aún de un último recurso para conseguir algo guarda un as en la manga. Si a alguien se le adivinan las intenciones, se le conocen las cartas.
Apuestas en la vida: si algo no puede salir mal es una apuesta segura. Si asumes un gran riesgo para conseguir tus objetivos te juegas el todo por el todo. Al igual que en el poker, cuando alguien miente exagerando se echa un farol.
Suerte en la vida: ¿te va bien la vida? Estás pasando por una buena racha. Correr el dado es sinónimo de tener buena suerte. Dar bien el juego significa que alguien tiene buena suerte. Es normal hablar de la vida en términos de juego. En muchas ocasiones, hay que jugársela, a veces incluso jugárselo todo a una carta. ¿Alguien actúa a dos bandas, con doblez? Juega a dos barajas. Rebuscando es posible encontrar más expresiones. Pasar a un nuevo tema de conversación es cambiar el naipe; si alguien está como el naipe hablamos de una persona muy delgada. Y si hablamos de jugadores, levantarse con el dinero significa ganarlo.
La vida y los juegos antiguos: muchas expresiones populares proceden de juegos olvidados hace ya mucho tiempo. "Faro" era el juego de casino más popular en los Estados Unidos a finales del siglo XIX. Podías entrar a una cantina y encontrar a Wyatt Earp o a Doc Holliday jugando al faro. (El hecho de jugar contra personajes torpes y poco confiables puede haber contribuido a la desaparición del juego). Numerosas expresiones relacionadas con el faro han sobrevivido al juego durante al menos un siglo: jugar a dos bandas o jugar a dos barajas, salir hecho, estar tieso (tener poco dinero), estar empeñado (endeudado), estar arando, espiar el garito, coger el toro por los cuernos, apostadores (jugadores), echar el ojo y soplón.
Otras expresiones perdurables se originaron en juegos que pocos jugadores de casino podrían reconocer: plantados en la estacada (procedente del juego de mesa francés Lourche o Lurch), embrollo (del juego medieval Rigmarole), gentuza (también del juego Rigmarole y juegos similares), riesgo (del juego Hazard).
Ruleta: la ruleta se originó en Francia, y toma su nombre de esta palabra francesa que denomina una "rueda pequeña". Es posible que el famoso científico y matemático Blaise Pascal hubiese participado en la invención de la ruleta. Su afán por encontrar una máquina de movimiento perpetuo llevó a la invención de la rueda de este juego, que gira prácticamente sin fricción. Hay juegos de la antigua Inglaterra en los que se empleaban elementos parecidos a una ruleta, como el Roly Poly, el Ace of Hearts y Even-Odd. También hay antiguos juegos italianos con elementos igualmente parecidos, algunos incluso citados en las memorias de Casanova, como el Biribi y la Hoca.
Ruleta americana o europea: a pesar de la obsesión americana con establecer el estándar en todos los aspectos de la vida, no se puede decir que lo hayan conseguido en el caso de la ruleta. La versión americana, que suma el 00 al diseño europeo con los números 0 al 36 mientras que ofrece los mismos pagos que la versión europea, otorga al casino una ventaja insalvable, como reconocen varios patrocinadores. La versión europea ha desarrollado incluso nuevos incentivos para los jugadores, como las apuestas En Prison y La Partage que ofrecen protección adicional a determinadas apuestas ante los temidos ceros. Los casinos americanos adquirieron la costumbre de dar a cada jugador fichas de un color distinto, una comodidad innecesaria para un juego poco popular. Incluso aquí los franceses han acuñado el término ficheur para el dispositivo mecánico que se usa para ordenar las fichas de distintos colores.
Ruleta rusa: no es un juego, ni es una ruleta, ni es rusa. La expresión se refiere literalmente a colocar una bala en un revólver, hacer girar el tambor (como una rueda de ruleta) y apretar el gatillo. En algunas novelas rusas del siglo XIX se describía esta temeridad y, tras la 1.ª Guerra Mundial, se extendió una leyenda sobre despiadados (o insensatos) oficiales rusos que la practicaban. A pesar de que son pocos los incidentes de gente que jugara a la ruleta rusa que hayan quedado registrados de forma veraz, ha adquirido una enorme fama en novelas, películas y otras representaciones de escenas bélicas. Por encima de todo, la expresión ha calado en la cultura popular como metáfora de la crueldad del destino.
El juego que ahora se llama blackjack o 21 se ha jugado con distintas denominaciones y reglas durante más de 600 años. Hay referencias escritas a un juego español, el treinta y uno (31), que datan nada menos que de 1440.
Miguel de Cervantes, autor de El Quijote, describió de forma general las reglas en una novela de 1613. Las variantes de otros países incluían: quinze en Francia, veintiuna en España, sette e mezzo e Italia y bone ace en Inglaterra. (Quizá Bone ace sea el primer juego en el que el valor de los ases es uno o veintiuno.)
El juego de mayor popularidad entre todas estas variantes fue el vingt-et-un (21), que adquirió fama en Francia a principios del siglo XIX, en parte debido al interés que mostró por él Napoleón Bonaparte. A principios del siglo XX, algunos establecimientos americanos intentaron aumentar la popularidad del 21 pagando a los jugadores un bono de diez veces su apuesta si conseguían un 21 natural con la jota de picas. La práctica se abandonó, pero el nombre del juego permaneció invariable.
Dados: en inglés, los dados de los casinos modernos se denominan craps. En muchos países esta es la denominación que recibe el juego. En varios idiomas el nombre del juego es igual al del objeto que se usa: dados o el juego de los dados: dados (español), Würfelspiel (alemán), kosci (polaco), zaruri (rumano). Como muchos juegos de casino, sus orígenes y etimología son inciertos y hay disputas al respecto. En la península arábiga, el juego de dados azzahr ganó popularidad en Inglaterra con el nombre de hazard. La tirada de dados de menor valor se llamaba crabs (cangrejos). Según otros relatos, el nombre procede del francés crapaud (sapo), ya que se jugaba en calles y aceras, en la que los jugadores se ponían en cuclillas para alcanzar los dados.
Dados: hacer rodar los dados (bones o huesos) es un rito de paso del casino. Las piezas de juego más antiguas halladas por arqueólogos son dados fabricados con el astrágalo de una oveja (el hueso situado sobre el calcáneo o hueso del talón). Los primeros dados de seis caras descubiertos en Mesopotamia (norte del actual Irak) datan del 3000 a. C. Los están marcados con puntos en lugar de números porque la estandarización de los símbolos en los dados (1300 a. C.) es anterior al sistema numérico indoárabe (que data del 700 a . C.).
La slot tradicional se fecha entre las décadas de los 70 y los 90 del siglo XIX. Las máquinas de monedas se conocieron rápidamente como máquinas de ranuras (slot machines, el nombre inglés de las slots), por la ranura (slot) que permitía insertar monedas. En Inglaterra se denominan fruit machines (máquinas de frutas) por la popularidad de las imágenes de frutas en los rodillos giratorios. Las primeras máquinas incorporaban rodillos mecánicos pero en ellas el propietario debía pagar al jugador. La primera slot popular "moderna" fue la Liberty Bell de Charles Fey, creada en la última década del siglo XIX. Los rodillos de la Liberty Bell se detenían en secuencia, recogían las monedas del jugador en una tolva y las pagaban de forma automática en un cubo. El ruido de las monedas u objetos de metal, sobre todo cuando caían en cascada en el cubo, se convirtió en sonido característico de los casinos, en los que estas máquinas se hicieron populares. Por supuesto, la palanca que iniciaba la secuencia de juego ha terminado dando a las máquinas su apodo universal de bandidos de un solo brazo (one-armed bandits).
La popularidad de las slots ha sobrevivido a la modificación de casi todos los elementos originales. Las lecturas digitales y los ordenadores han sustituido a los rodillos mecánicos. Los botones han complementado o sustituido a las palancas. Incluso el sonido de las monedas se ha atenuado de forma significativa: los jugadores las introducen de forma silenciosa. Se pagan con tickets canjeables en el cajero o en cajeros automáticos in situ. La característica estampa de los típicos jugadores de estas slots, con guantes y cubos de plástico gigantes con monedas, ha desaparecido prácticamente.
Bacará: el nombre deriva el juego italiano del baccarà, y la mayoría de variantes han permanecido fieles al nombre original. Punto banco hace referencia al jugador y a la banca, los dos elementos de los que consta el bacará, aunque la palabra "banco" también la pronuncian los jugadores que apuestan todo su dinero. Es uno de los pocos juegos de cartas y casino cuyo nombre ha sobrevivido a siglos de juego.
La palabra bacará hace referencia, en realidad, a la peor mano del juego, una cuyo resultado total es cero. En el juego se emplean términos franceses, como La Grande (un nueve natural repartido en las primeras dos cartas) y La Petite (un ocho natural). El banquero (croupier en Francia) es quien reparte la mano, y controla el juego y las cartas; la banca (que en ocasiones se denomina punteador) recibe cartas e interviene en último lugar. En ocasiones, el juego lo desarrolla un anunciador. Una paleta es el objeto de madera que se usa para mover las cartas, que se encuentran en el zapato. Cuando la mano es tal que no hay ganador, se denomina empate entre el jugador y la banca.
Todo juego de casino tiene una conexión con los números. Por este motivo, los jugadores de casino tienen supersticiones acerca de la mayoría de números.
Seis: el número 6 está considerado gafe por ser "el número de la bestia" (666), tal y como se recoge en Apocalipsis, 13:18. En la cultura asiática, sin embargo, el número significa que todo va sobre ruedas. Cualquiera que juegue a la ruleta de forma frecuente se burla de esta superstición: la suma de los números del diseño es de 666.
Siete: la leyenda del "7 de la suerte" está presente en muchas culturas. Los antiguos griegos pensaban que el 7 traía buena suerte. Pitágoras consideraba que el 7 era el número perfecto. Siete eran también los dioses romanos y los egipcios, las maravillas del mundo antiguo, los antiguos Buddhas y los dioses japoneses de la buena suerte. En el Antiguo Testamento se recoge que Dios descansó el séptimo día. Los israelitas hicieron caer las murallas de Jericó rodeándolas 7 veces. En el Nuevo Testamento se citan 7 sellos en el Libro del Apocalipsis, 7 virtudes celestiales y 7 sacramentos. Estas ideas son contrarias a las tradiciones china, vietnamita y tailandesa, en las que se considera que el 7 trae mala suerte.
Ocho: el número de más suerte según la tradición china. Una serie de 8 es aún mejor, ya que en chino mandarín, el sonido de la palabra "ochos" es parecido al de la palabra "prosperidad". En cantonés, 8 suena de forma parecida a la palabra que emplean para referirse a la buena suerte. El ocho se considera número de mala suerte en India, por su relación con las palabras usadas para "romper".
Trece: existe incluso un término para referirse al miedo al número 13, la triscaidecafobia. Esta superstición se desarrolló a partir de la leyenda bíblica de Judas, que fue el decimotercer invitado a la Última Cena, el primero en abandonarla, y que terminó por quitarse la vida.
De hecho, muchos de los demás números se consideran de suerte o mala suerte en función de tu nacionalidad y cultura. El tres se considera número de la suerte en Suecia e Italia, pero de mala suerte en Vietnam y Japón. El cuatro se considera número de la suerte en Alemania, de mala suerte en China, Taiwán, Singapur, Malasia, Japón, Corea y Vietnam. En Noruega se cree que el nueve da buena suerte, mientras que en Japón es mala. El diecisiete se considera de buena suerte en Italia.
Siguiendo una corazonada, un feligrés de una iglesia cercana al casino de Monte Carlo se dirigió allí tras el servicio dominical y apostó al 36 en la ruleta. Acababa de entonar el himno 36. Ganó, se lo contó a sus amigos y todos fueron a la iglesia el domingo siguiente. Tras concluir el servicio entonando el himno 27, un número excepcionalmente alto de los fieles fue al casino y apostó al 27. Aunque el número no resultó ganador, los que aún albergaban esperanzas abarrotaron la iglesia la semana siguiente. El clérigo, sospechando el motivo por el que se congregaban, decidió entonar himnos cuyos números eran superiores al 36, el más alto de la ruleta. La asistencia a la iglesia pronto decayó a su afluencia original.
En su obra Monaco and Monte Carlo (1912), Adolphe Smith describía varias supersticiones de las que fue testigo en el Casino de Montecarlo. Una mujer deslizó una moneda de cinco francos en una ceremonia con el Papa y la moneda quedó bendecida. La llevó a un casino y ganó a la ruleta. Su acompañante, sin embargo, perdió en la ruleta y se quejó tan amargamente que la mujer le permitió usar la moneda que le había dado suerte. Su acompañante apostó inmediatamente y perdió la moneda. Smith hablaba también de una mujer mayor que le mostró un corazón de murciélago que guardaba en su bolso y con el que tocaba las monedas que se jugaba a la ruleta a modo de talismán.
Algunos jugadores de casino consideran que da mala suerte usar la entrada principal del casino antes de jugar. Cuando el MGM Grand abrió en Las Vegas, Nevada (EE. UU.) en 1993, disparó el miedo a la mala suerte por diseñar su entrada principal con la forma de una cabeza de león dorado gigante. (El logotipo de MGM es un león que ruge.) Ya fuera porque generaba la imagen de que los jugadores se lanzaban a las fauces de un león, o por la superstición asiática de que los felinos traen mala suerte (o por otro motivo), el casino rediseñó la entrada apenas pasados cinco años.